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martes, 7 de septiembre de 2010

Se acurrucó bajo su manta y le dio la espalda a Kai, mientras su mirada se perdía entre las estrellas que se veían a través del ventanuco. De pronto sintió algo tras ella, y no necesitó volverse para saber que Kai estaba echado a su lado. Incluso sintió el brazo de él rodeándole la cintura. No lo notaba como alco corpóreo, sino como una cosa parecida al roce de la brisa, a la calidez de un rayo de sol, a la frescura de un día de lluvia. Sin embargo, la reconfortó infinitamente. Suspiró, y se acurrucó junto a Kai. No podia tocarlo, pero podía sentirlo, y toda su alma respondía ante aquella presencia.

- No me dejes sola, Kai -suplicó en un susurro-. No me dejes nunca.

- Nunca -prometió el muchacho, y su voz sonó muy cerca del oído de Dana, en lo más hondo de su mente y en lo más profundo de su corazón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amo este libro.